Retomar la vida laboral después de un primer hijo


Con la llegada de mi hija, muchos temas sobre educación vuelven a mi mente. Y me gustaría compartir mi experiencia como madre primeriza y como madre ya de dos niños. 

Hay frases y experiencias que siempre se repiten.

“No trabajo, pero necesito que esté un par de horas en la escuela”, “No es porque no quiera estar con ella, es porqué cuando estoy con mi bebe no puedo hacer nada”, “Necesito un poco de tiempo para mi” “Quiero retomar mis estudios” “Me apetece retomar mi vida laboral” Y como estas muchas más. ¿Te suenan las frases?

Da la sensación de que nunca son motivos suficientes para evitar este sentimiento de CULPABILIDAD

Maldita esa sensación que nos invade, aquella que impide despedirnos con calma y serenidad, sino con pena y tristeza, que luego nuestros pequeños sienten que te sientes insegura por dejarlo marchar.
Dando lugar a que nuestro sufrimiento sea percibido por nuestros hijos y ellos en consecuencia rechacen la entrada de forma calmada en el centro educativo. 

Aquí empieza mi historia:
“Retomar la vida laboral después de un primer hijo”
Tras disfrutar la baja maternal, comencé a sentir la necesidad de volver a trabajar en la escuela infantil y tener un sueldo.

Aún recuerdo ese período de adaptación:
Era tan pequeñito, sentía que me necesitaba… Pero el momento había llegado y no me sentía cómoda. En los días previos a volver a trabajar, cuando dejaba a mi hijo en la escoleta, él entraba tranquilo. Pero una vez habendo vuelto al mercado laboral, mi hijo comenzó a sentirse irritado y molesto. Entonces varias dudas rondaron mi mente.

¿Era realmente necesario que siendo tan pequeño fuera a la escuela?
Como educadora siempre he defendido y recomendado la educación en el estadio de 0 a 3 años y me sorprendí a mi misma debatiéndome como madre. Las dudas me asaltaron:
¿Y si dejo de trabajar y me quedo con él? 
¿Pido reducción de jornada?
Y si, y si…. 

No habían transcurrido más de diez días desde mi retorno a la vida laboral cuando desistí de mi puesto. Me sentía mal, culpable y con la necesidad moral de dedicarme a cuidar de mi bebe al 100%.
Curiosamente, después de haber tomado esa decisión y muy irónicamente, mi hijo dejó de llorar. No podía creer hubiera dejado un puesto de trabajo por nada, pero bueno, debía afrontar la situación. 
Mi hijo, en aquel entonces, sólo se quedaba un par de horas al día en la escoleta y a medida que iban pasando los días se le veía más adaptado y tranquilo.

Las educadoras me sugirieron dar un paso en adelante:
.-¿Qué te parece si tu hijo se queda a comer con el resto?.- Me dijeron. ¡Madre mía! Cada cambio que dada en pos de su independencia, provocaba una revolución dentro de mis sentimientos. 
Y después de esto, no pasó mucho tiempo hasta alcanzar el horario de hasta las cinco de la tarde.
Mi hijo disfrutaba tanto de su tiempo en la escoleta que muchas veces lloraba al marcharse. ¿Te suena?

Ese cúmulo de emociones encontradas, de sentir que tu hijo no depende al 100% de ti y que disfruta de estar en otros lugares que no sea en tus brazos es duro, pero como educadora sé que es un síntoma de que el niño está tranquilo y feliz en ese espacio. 

Aunque cada persona vive su propia experiencia y muchas son parecidas, te animo y te invito a que cuentes como fue este momento con tu hij@.

¿Te apetece contarme tú historia?

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